Rima 69

Al brillar un relámpago nacemos,
Y aún dura su fulgor, cuando morimos:
¡Tan corto es el vivir!
La gloria y el amor tras que corremos,
Sombras de un sueño son que perseguimos:
¡Despertar es morir!

Rima 73

Cerraron sus ojos
Que aún tenía abiertos;
Taparon su cara
Con un blanco lienzo:
Y unos sollozando,
Otros en silencio,
De la triste alcoba
Todos se salieron.

La luz, que en un vaso,
Ardía en el suelo,
Al muro arrojaba
La sombra del lecho;
Y entre aquella sombra
Veíase á intérvalos,
Dibujarse rígida
La forma del cuerpo.

Despertaba el día,
Y á su albor primero
Con sus mil rüidos
Despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
De vida y misterios,
De luz y tinieblas,

Rima 75

¿Será verdad que cuando toca el sueño
Con sus dedos de rosa nuestros ojos
De la cárcel que habita huye el espíritu
En vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
De la brisa nocturna al tenue soplo,
Alado sube á la región vacía
Á encontrarse con otros?

¿Y allí, desnudo de la humana forma,
Allí, los lazos terrenales rotos,
Breves horas habita de la idea
El mundo silencioso?

¿Y ríe y llora y aborrece y ama,
Y guarda un rastro del dolor y el gozo,
Semejante al que deja cuando cruza

Cristo de Velazquez, El; Primera Parte - Part 1

«No me verá dentro de poco el mundo,
mas sí, vosotros me veréis, pues vivo
y viviréis»—dijiste—; y ve: te prenden
los ojos de la fe en lo más recóndito
del alma, y por virtud del arte en forma
te creamos visible. Vara mágica
nos fue el pincel de don Diego Rodríguez
de Silva Velázquez. Por ella en carne
te vemos hoy Eres el Hombre eterno
que nos hace hombres nuevos Es tu muerte
parto. Volaste al cielo a que viniera,
consolador, a nos el Santo Espíritu,
ánimo de tu grey, que obra en el arte

Cristo de Velazquez, El; Primera Parte - Part 2

Viento que del abismo de la altura
por entre hermanos que ya fueron sopla
la sobrehaz del alma nos sacude,
y en el trémulo espejo retratado
también el mundo tiembla Represéntannos
cual de azogado en contorsión tu imagen
los que temblando ante la muerte vieron
al Juez en Ti; mas este hombre asentado,
regio aposentador don Diego, intrépido
de corazón al paso de andadura
por la común rodera de Castilla.
Te vio como si a Apolo, con el alma
sólo atenta mirando a abastecerse
con la clara visión: que es la del arte

Cristo de Velazquez, El; Primera Parte - Part 3

Revelación del alma que es el cuerpo,
la fuente del dolor y de la vida,
inmortalizador cuerpo del Hombre,
carne que se hace idea ante los ojos,
cuerpo de Dios, el Evangelio eterno:
milagro es este del pincel mostrándonos
al Hombre que murió por redimirnos
de la muerte fatídica del hombre;
la Humanidad eterna ante los ojos
nos presenta. ¡Ojos también de carne,
de sangre y de dolor son, y de vida!
Este es el Dios a que se ve; es el Hombre:
este es el Dios a cuyo cuerpo prenden
nuestros ojos, las manos del espíritu.

Cristo de Velazquez, El; Primera Parte - Part 4

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,

Cristo de Velazquez, El; Primera Parte - Part 8

A reposar convidas, cual la noche,
sobre la almohada de tu pecho pálido
desnudo y quieto, con quietud de muerte
que es vida eterna, a nuestra frente hundida
so el peso de nublados de dolores
tempestuosos; al reposo llamas
a la congoja de que el alma vive
quemándose a esperar. Y nuestras penas
sobre tu corazón, fuente sin corte
de humanidad eterna, como en piélago
donde se mira la quietud del cielo,
adurmiéndose sueñan. Aquietado
tu corazón en sí, su luz derrama;
se anchan desde él tus brazos sobre el mundo

Cristo de Velazquez, El; Primera Parte - Part 9 Sangre

Blanco Cristo que diste por nosotros
toda tu sangre, Cristo desangrado
que el jugo de tus venas todo diste
por nuestra rancia sangre emponzoñada;
lago en seco, esclarece tus blancuras
ese río de sangre que a tus plantas
riega el valle de lágrimas. La sangre
que esparciste en perdón es la que enciende,
donde su fuente fue, tu eterna lumbre;
la sangre que nos diste es la que deja,
pan candeal, tu cuerpo blanco Sangre;
roja tu sangre como luz cernida
por panes—pétalos—del oro dulce
nunca roñada flor de los redaños

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