Con hermana y cuñado veranea

Con hermana y cuñado veranea
en quinta señoril, sobre un ribazo,
asiento y gracia de salubre aldea
Y no pára en el rústico regazo;
y es como una paloma que aletea
por eludir o quebrantar un lazo

¡Un amor doloroso e inconfeso
que le punza la sien como una espina,
y que le sella el labio como un beso;
y que no es como un fruto que se inclina
en débil fibra, por el grave peso,
y cae a la primera ventolina!

Como helénica estatua, por la suma
corrección de la forma; tez morena;
negror y lustre de corvina pluma
en la rizada y pródiga melena;
y ojos que afectan, en su gris de bruma,
transparencias de linfa sobre arena

¡Y qué voz! ¡Cómo vibra en cada nota!
Cambia de timbre y tono en un instante.
Emperlada y sutil fluye y borbota,
cual por lecho de guijas onda errante;
y en transición violenta rompe y brota
con aristas que hirieran el diamante

¡Hermosura infeliz! Arrostra y huella
fiero cráter; y a guisa de aureola,
ciñe y carga en la frente una centella.
A un deber sacratísimo se inmola;
y arde con el sigilo de una estrella
en los nublados indistinta y sola

Prueba coraza en donde sufre injuria;
halla en su doble ser ímpetu y traba;
y hervorosa de honor y de lujuria,
y a un mismo tiempo meritoria y prava,
muestra el pesar, la humillación, la furia
de una deidad que se sintiera esclava.

Huye del trato y se resiste al brillo;
y busca en el encierro una quimera:
la paz del corazón puro y sencillo
¡Como si por milagro consiguiera,
al golpe de la puerta en el pestillo,
burlar sus cuitas y dejarlas fuera!

En pequeño batel hiende la rada,
rigiendo con primor caña y escota;
y dice a la tormenta: “¡camarada!”
Y en el peligro y sin temerlo flota;
y de todo su afán no arroja nada
en su curso y su grito de gaviota.

¡Pobre mujer! Al rayo de la luna,
pasea su desvelo y su histerismo,
lamentando el rigor de su fortuna
Conversa con un faro del abismo;
y a los misterios de la noche aduna
su secreto, su oprobio, su heroísmo

¡Admirable amazona la doncella!
Pide un corcel, y en el sillín se planta,
nerviosa y ágil, cimbradora y bella;
y parte con un nudo en la garganta;
y compele y fustiga y atropella.
¡y a su cruel torcedor no se adelanta!

Porta en alto su nombre, como el lirio
su estambre, la palmera su verdura,
su airón el casco, su fulgor el cirio,
la fe su emblema y el volcán su albura;
y a veces los antojos de un delirio
infiernan a la extraña criatura.

Y en el espasmo súbito que al vuelo
de la colgante y columpiada soga
muerde y crispa las carnes del chicuelo,
Claudia gime, se increpa, se desfoga,
y a pezones erguidos mira el cielo,
y aun osa blasfemar, porque se ahoga

Y luego ante una efigie se arrodilla;
y ¡ay! no logra en la espuma del torrente
aferrarse a la rama de la orilla
Plañe y ora, confusa y penitente;
dase a Dios, azorada y amarilla;
y en un vértigo va por la corriente

¡Ciega y tenaz la religión del triste
que demanda mercedes que no alcanza
y en adorar por obtener insiste!
¡Cándida y portentosa confianza
en una Providencia que no existe
en otra inmensidad que la esperanza!
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