No a náyades del río

No a náyades del rio
para hacer que me atiendas, dama, invoco;
agradárate poco,
si del agua se ayuda el numen mío;
y, si a bañarse en Baco el uso empieza,
subirásete luego a la cabeza.

En todo eres dichosa,
exempta de las leyes de Fortuna,
que no vió vez alguna
que pisases su rueda presurosa,
y si anegarte quiso su ira loca,
jamás te ha dado el agua hasta la boca.

Dichoso el que ha sabido
en tu pecho prender el dulce fuego;
que gozará del juego,
sin recelo de verse en él perdido;
pues, aunque atice el fuego como fragua,
no echarás en su gusto un jarro de agua

Mas no tengo paciencia
que se iguale a la ley del sufrimiento,
y, en rabioso tormento,
quejas al cielo doy de tu inclemencia,
pues desprecias dormir con mi persona,
echándote a dormir con una mona.

Si este sabroso efeto
del licor en sus brincos Baco encierra,
llevalle la vitoria me prometo;
no pongas en mi amor, ¡oh reina!, tacha,
que del amor se dice que emborracha.

A San Martín ofrece
tu espíritu sus ruegos y tu llanto,
como el supremo santo;
pero no es oro lo que resplandece;
que, en tu devoto afecto, mal arguyes,
si es sólo San Martín a quien destruyes.

Renuevas su memoria
disponiéndote al trance de la muerte,
y, con el humo fuerte
que despide, te elevas en su gloria;
porque, al paso que el jarro se te entrega,
dices que ya tu San Martín se llega.

¡Pues qué si el humor tinto
a ver alcanzas que sus venas coge!;
fuerzas a que se afloje,
para daries lugar el sutil cinto.
Mira que tan afecta al santo eres,
que a San Martín la sangre beber quieres.

Cuidas de tu hermosura,
porque no diga que eclipsaste el suelo
la gloria de su cielo,
que a gloria se compara tu figura;
y el agua apartas de tu gracia rara,
que has probado que te hace mala cara.

De olores acompañas
la pompa airosa de tu grave ornato;
tanto que, en breve rato,
el aire circunstante en ámbar bañas.
y al que gozar tu cuerpo hermoso espera
le ofreces los olores de una cuera.

Si a vista salir pruebas
o hacer caza de libres corazones,
mientras que en tus facciones
presos los ojos de una calle llevas,
cesan tus gustos en sobrada pena
si de alguna ventana «¡Agua va!», sucna

No te ayudas del arte
para el rojo carmín de tus mejillas,
ni ayudará a teñillas
el que Tiro a la púrpura reparte,
porque te dan de un jarro los despojos
al rostro fuego y rayos a los ojos.

Que así vayas con-vino
canción, porque seas della recebida;
y si te ves subida
como el que al mar Icaro de alto vino,
recoge el vuelo y haz que más no suba
porque no pongas nombre a alguna cuba
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