Mula, La

¡Carretero de bronce! Ya no encones
las ancas de tus mulas desangradas;
tú que llevas también en tus pulmones
las huellas de cien cruces arrastradas.

Yo no sé qué siniestras emociones
en sus carnes están encarceladas;
y a tu aullido de alcohol, sus corazones
ofician subterráneas carcajadas…

Por las calles, eternas pasajeras
de monótono rumbo y acre tufo,
retornan, como sombras pordioseras.

¡Desarma tu interés…! ¡Ya el sol naufraga,
y en tus espaldas signa en tono bufo
una lonja rubí, como una llaga!
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